OPINIÓN

CUENTO # 3: SALUDOS DESDE EL SÓTANO.

Por: Doctora Marissa Llergo.

Pues sí, desde aquí les escribo. Cuando comencé a sentir el malestar tantas veces descrito, me fui a hacer la prueba y resulté positivo al Covid19.

Todos en mi casa fueron también a hacerse el examen, y afortunadamente. El único infectado hasta ese momento era yo.

Así que decidimos que lo mejor para todos, era que me bajara al subsuelo de nuestra casa. Afortunadamente, lo tenemos acondicionado como habitación de  juegos y convivencia familiar.

Es bastante cómodo, espacioso, todavía no hace calor y estoy abrigado, bien atendido, pero la sensación de encontrarse en una prisión me ronda en mis momentos de mayor soledad.

Por las noches, sobre todo…

Me dejan una bandeja con alimentos tres veces al día, y si necesito algo más, le escribo un mensaje a mi esposa o a alguno de mis hijos.

Todos han sido muy atentos y me escriben mensajes amables, llenos de cariño.

Pero, qué duro es entender de esta manera, lo feliz que he sido, lo valiosa que es la compañía de mis seres amados.

Al menos una vez al día, mi esposa abre la puerta, para que podamos vernos, ella en el umbral, con tapabocas, enviándome besos y señales de abrazos que añoro.

¡Benditos aparatos modernos! Nos miramos a través de video llamadas y más que nunca entiendo eso de “Tan lejos y tan cerca”.

Tengo libros, revistas con juegos de palabras, de números, aparatos para estar al día e informado. No sé cuántas veces he botado y rebotado la pelota, que me acompaña. Mi “Wilson” como en la película “Náufrago” que protagonizó Tom Hanks.

Escucho la respiración y los gemidos de Atila, nuestro perro. Él quiere estar conmigo. Me extraña y yo a él también. Quisiera acariciarlo, sentir sus poderosas patas sobre mi pecho, su lengua en mi cara…

Lo dejo llorar en mi puerta, con el corazón roto. Pero entre las muchas noticias que corren se dice que pueden portar el virus en su pelo. Sea verdad o no, es mejor no arriesgar a nadie.

También he de agradecer que este virus no me atacó tan fuerte como a otros. La dificultad para respirar y la tos fueron muy intensos por dos días. Pienso que me sirvieron más Los remedios caseros, que los medicamentos.

Pero hice todo lo que me recomendaron , y ya estoy mejor.

Me cuesta creer que estamos viviendo esto. Tantas veces que leí que la tercera Guerra no sería con armas… Y no puedo evitar pensar cuánto se parece esto que  estamos viviendo, a esas horribles predicciones…

Y tantas teorías de conspiraciones…

A ratos, me poseen todos esos pensamientos de historias maquiavélicas de países en guerras de poder, economía, que no se han tocado el corazón para  enfermar y dejar morir a tantos en todo el mundo.

Pero mi interior positivo, me ayuda a minimizar estas oscuridades con pensamientos más elevados. De todas maneras, ¿Para qué me sirven estas  teorías?

¿Acaso mejoran mi situación o la de tantos que están sufriendo?

No me sirven para nada…

En cambio, el haber retomado la vieja y sana costumbre de meditar, ha llegado a mis días como un verdadero bálsamo.

Como un remanso de paz, entre tanta energía negativa.

Aprovecho la tranquilidad de mi obligada soledad, para colocarme en postura cómoda.

Me concentro en respirar, y veo pasar mis pensamientos inquietos, que a medida que se aquieta mi mente, quedan frente a mí, como una película que por el momento no me interesa ver.

Paulatinamente, todos mis ritmos internos bajan su aceleración. Me encuentro en mi lugar de paz. Inspiro amor, exhalo amor para mí y para cada ser humano.

Observo cómo en cada respiración, la luz que vive en mí, va creciendo. Vibra, cambia de color.

El único pensamiento que dejo entrar, a mi mente y corazón, es: “Esto también pasará”.

Y eso me ayuda para volver a centrarme en la calma.

Por años, aunque me gustaba hacerlo, no me había dado tiempo y permiso para meditar de nuevo.

Ahora no tengo pretextos.

Cuando no puede salir tu cuerpo, es el momento de viajar a tu interior…

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