OPINIÓN

COMER EN AZUL.

CUENTOS DE CUARENTENA.

CUENTO 23.

Con motivo de la celebración de cumpleaños de mi esposo, un buen amigo suyo, nos invito a comer en un restaurante al que jamas habíamos ido.

Hay tantos rincones, tantos lugares en esta megápolis en que residimos, que se requiere de mucho tiempo y recomendaciones, para conocer todo, o al menos los sitios imperdibles.

Es el caso de este restaurante, llamado Azul. En nuestro caso, visitamos uno de los tres que existen, el llamado Azul Histórico, pues se encuentra ubicado en el centro histórico de la ciudad de México.

Pero hay otros dos: uno en la colorida y única colonia Condesa, y el otro, llamado Azul y Oro, éste ubicado en el interior de la Universidad Nacional Autónoma de Mexico.

Platillos poco conocidos por extranjeros y muchas veces también por nativos, como son el pescado tikin xic, el salpicón de venado, el mole negro, el pipián blanco.

En nuestra mesa de aquel día, preparamos desde el centro de nuestra mesa, tostadas de Maíz con guacamole, copeteados con chapulines (¡sí, son grillos fritos!), y salpicón de venado.

Después de tal entrada, compartimos enchiladas de mole negro, tacos de lechón y el siempre gustado por nosotros, pescado a la tikin xic.

Fue tal la comilona, que no quedó espacio más que para el café, a pesar de que los postres también parecían deliciosos.

Apoyamos la digestión con una buena caminata hasta el estacionamiento, que había quedado bastante lejos del lugar. Eso resultó muy agradable pues a los tres nos encanta caminar.

Dejamos al buen amigo en su casa, agradeciéndole de corazón la invitación.

Me ha encantado escribirles esto, porque cada palabra me evoca el recuerdo, vuelvo a saborear cada platillo…

Con amor y placer,

Marissa Llergo.

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