OPINIÓN

EL DRAMA DE ENFRENTE.

Cuento # 15
CUENTOS DE CUARENTENA.

De verdad que no soy de aquellos personajes, que se pasan la vida espiando a los
vecinos. Tengo mucho qué hacer en mi propia vida, como para estar al pendiente
de las de mis vecinos.

Pero, a veces es imposible no escuchar, no darte cuenta de los dramas que se
viven en las casas que me rodean.
Y así fue como pasó que, primero llegó a mi ventana una tormenta de gritos, que
se escucharon más fuerte cuando los dueños de las voces salieron al jardín de su
entrada principal.

Eran tres actores: Un hombre joven, una mujer joven también y una guapa señora
de más edad.
De repente, me acordé de aquella antigua película titulada “Mamá nos quita los
novios”. Porque de eso se trataba el presente episodio.

Resulta que la hija descubrió a su madre y a su novio… Pues digamos, sin miedo
a contagiarse del COVID. Se estaban regalando unos besotes de película cuando
ella entró en escena.

Sorpresa, disgusto, enojo, decepción… Una tormenta de emociones se desató, y
comenzaron los gritos, que bajaron cuando el novio salió de la casa apresuradamente, no tan rápido como para escapar de los gritos furiosos de la hija, y la mirada entre preocupada y divertida, de la madre.

– ¡Y tú! ¿Qué te estás creyendo? ¿Cómo te atreves a meterte con mi novio?
¿Qué clase de madre eres?
– La que te tocó, mi niña. ¿Y yo qué culpa tengo si le gusto más a tus novios,
que tú? Eso te pasa por fodonga y desarreglada.

Los gritos siguieron, pero ya nuevamente dentro de su casa. Pensé que todo iba a
terminar allí, pero no.

Una hora más tarde, cuando me encontraba regando las plantas de mi entrada, aparcó un auto frente a su casa. Era un Uber.
La hija salió, cargada de maletas. La madre detrás de ella, ayudándola. Resultaba
bastante evidente que era un adiós. Y dadas las circunstancias, probablemente
era lo más saludable.

Pero aquí no terminó la historia.
Dos días más tarde, otro auto trae de regreso a la hija, quien se bajó del mismo
con debilidad manifiesta.

Tocó el timbre de la puerta, pero la madre se asomó y, al verque se trataba de ella,
no quiso abrir.

Fue así como me correspondió conocer la segunda parte de esta historia.
Resulta que la hija se fue a otra ciudad, a pagar renta parcial con “roomates”.
Pero llegó con fiebre.

Y no la admitieron.
Así que, regresó a casa de su madre, para que ella la cuide hasta que nuevamente se tenga en pie. Y la madre la dejó entrar, no sin antes recordarle que ésa, era su casa y allí se seguían sus dictámenes, le guste o no…

La vida, muchas veces, supera a la ficción. ¿No lo crees así, querido lector?
Con amor y asombro,

Marissa Llergo.

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