OPINIÓN

CUENTO DE CUARENTENA 5:DOS ABUELOS Y UN PERRIJO.

Por: Dra. Marissa Llergo.

Dos meses antes que comenzara esta situación de emergencia médica, estábamos vacacionando, pasando cada día de esa semana en un parque de diversiones, gozando la primera experiencia de nuestro nieto con juegos, desfiles y personajes de fantasía.

No me alcanza el corazón para agradecer estos momentos. Nuestros tres hijos adultos acomodaron sus días de vacaciones, estrecharon distancias y así, por primera vez en años, logramos coincidir, por unos mágicos días.

Ahora que nos encontramos aislados de todo y de todos, nos sentimos enormemente agradecidos por haber vivido esta semana familiar, tan esperada y que se fue tan rápido.

En verdad, mirar a ese pequeño embelesarse, señalar a los personajes de fantasía e intentar llamarlos por su nombre, resultó una delicia.

Dado que lo veíamos más o menos cada dos semanas, el pasar una semana completa cerca de él, tomar su manita para guiarlo, llevarlo en los brazos, recibir sus abrazos y sus besos, todo eso, llenó nuestro tanque emocional lo bastante como para tolerar el aislamiento de hoy.

Y bueno, benditos aparatos modernos que nos permiten verlo y hasta platicar con él y con nuestros hijos.

Gracias a esta convivencia previa, tan cercana, se acostumbró a vernos, y ahora le pregunta a sus papás.

No podemos tocarlo, pero vemos su carita, escuchamos su voz y sus tiernas palabras, su sonrisa, recibimos los besos que lanza hacia la cámara.

Lo vimos buscando por su casa los huevos de pascua, remojándose en su pequeña alberca, subiendo y bajando escaleras cual un viajero incansable hasta la hora de su siesta.

Escondiéndose entre almohadas, pretendiendo que lee sus libros llenos de imágenes de colores.

Tomando clases online, llenándose de arena, de harina, de tantas cosas que sus padres amorosos y atentos le proveen para que esté entretenido entre sueño, baño y comidas.

Es una delicia cuando pregunta por nosotros y nos comunican con él. Nos ofrece un pedacito de galleta. Le muestro tarjetas con dibujos de animales y me dice en su lenguaje especial y gracioso, cómo se llaman o qué ruido hacen.

Qué bueno es que mi compañero y yo nos llevamos tan bien. Aun así, hemos tenidos nuestros desacuerdos. Pero ambos estamos conscientes que mucho tiene qué ver la situación presente.

Y arreglamos las cosas. Y terminamos abrazados, sellando con un beso nuestro pacto de amor.

Y qué bueno también, que este perrito que tanto nos ama y que tantos años lleva haciéndonos compañía, sigue aquí, solicitando mimos y atenciones. ¡Es absolutamente terapéutico!

Sabe cuándo estoy triste. Entonces se coloca en mi regazo, hasta que se me pasa. Pero otras veces simplemente quiere mimos, y los solicita.

Otras veces, quiere salir al jardín que compartimos con otros vecinos. Hicimos un acuerdo tácito de no coincidir en él, para evitar contagios.

Así que lo dejo pasear por las esquinas que tan bien conoce, mientras ambos tomamos un poco de sol y saludo a mis vecinas, que me responden desde sus ventanas.

Recuerdo que cuando yo tenía menos de veinte años (hace muuucho jajaja), se me ocurrió leer un libro llamado “Así habló Zaratustra” escrito por el folósofo alemán Friedrick Nietzsche.

Cuando terminé esa lectura, mi corazón estaba completamente aplastado. Creo que era demasiado joven e ingenua como para entender que después de cada final, hay un nuevo principio.

Las lágrimas corrían a raudales por mi rostro y el sueño me abandonó.

Pero, al final de la siniestra noche sin sueño y llena de oscuros presagios, mi naturaleza positiva se hizo cargo de la situación.

Pensé: “Para cuando todo esto suceda, si es que sucede, yo tendré cuarenta años. Y cuarenta son muchos años, tal vez para entonces tenga suficiente con lo vivido.”

Ahora me río, y a carcajadas, pues entonces pensaba que una cuarentena eran muchos, muchísimos años.

Cumplí mis cuarenta y muchos más. Y cada año me ha regalado un poco de sabiduría.

Me precio de haber mantenido mi optimismo soñador. Es gracias a él, que sigo teniendo fe en esta humanidad.

Sigo creyendo que algo que posee chispa divina, como lo es nuestra humanidad, logrará superar su propia materialidad.

Sigo creyendo en el poder de la luz, de la oración.

Esto, también pasará. Y con suerte, habremos aprendido una gran lección de respeto y amor.

Tengo la certeza de que los buenos somos muchos. El problema, es que no estamos organizados…

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