OPINIÓN

EL EVANGELIO SEGÚN SAN EPIMETEO.

Termino la lluvia, pero no salió el sol por completo.

Un crujido de madera vieja, una explosión, sentimiento de mil cristales y luego nada, me descubrí así sin nada en medio de la nada, lo roto no había sido el corazón sino el honor, sobreviví y no supe si dar gracias o sentirme miserable. La nada se volvió una lluvia con la que jamás había sido mojado, pude diferenciar cada gota como si cayera en cámara lenta, era el apocalipsis, los truenos iluminaban el cuarto y solo se alcanzaban a ver las sombras de lo que fue, tiradas y rotas, resignado me arrodille a esperar la muerte decidido a que si no era ahogado sería por inanición, pero ella me había despreciado, escuche mi grito de desesperación, lacerante, oírme me provocaba dolor, pero no deje de gritar mientras se alejaba, a ella no le importo.

Termino la lluvia, pero no salió el sol por completo, bajo el nivel del agua y entre charcos, postrado, confundido, empecé a juntar los pedazos de mi vida a tientas, a obscuras, algunos todavía encajaban, otros, en su mayoría habían quedado punzantes, deformes, lastimosos, entonces empecé a lidiar la desgracia con un coraje que solo tiene el que lo ha perdido todo, decidí rearmar mi vida como rompecabezas de un traje a la medida, me vestí ajuarado del miedo que salvaguarde en mi corazón, portarlo me hizo sentir como un caballero enfundado en su armadura a punto de iniciar una aventura épica y así lo acepte, consciente, a pesar de lo poco estético siempre creí que me protegería, inhale como si fuera mi último suspiro, todavía no se si por valentía o estupidez, le dejé ese juicio a la historia y salí al mundo, los rayos del sol me quemaron al instante, pensé que me desmayaría y pude observarme fuera de las sombras, ataviado de cicatrices, con melancolía observe que me faltaban pedazos por cubrir, era una quimera, un desvalido monstruo de esos con los que se asusta a los niños para hacerlos dormir, para consolarme en mi suerte, me repetí que nadie que se jacte de ser un gran guerrero podría dejar de portar un traje de luces como el mío.

Con la claridad, me di cuenta que en el encierro estuve en convivencia con un demonio que solo describiré como enloquecedor, cada vez que sentía esa brisa refrescante que embriagaba no era más que su aliento sobre mi nuca, tirito ¿Cómo era posible no haberme dado cuenta? se me erizan las agallas, los recuerdos me golpearon todos juntos y la memoria me corroboro el mal que había hecho; en el fin del mundo los humanos me encerraron en un cuarto como sacrificio junto con esta atroz aberración, la misión era atrapar al leviatán responsable de que el ser humano no sea feliz, al salir y caminar por las calles contemplé mi trascendencia esculpida en monumentos en honor al libertador de la perdición, pude recordar que en mi agonía mientras le gritaba a la muerte, este engendro me consoló, con cuidado me dio alimento de su pecho mientras me pasaba pedazo a pedazo mi vida para reconstruirme con tal gentileza que me hizo creer que me había recuperado yo solo, fue su plan para reconquistar al mundo, este monstruo tenía la certeza de que mi naturaleza humana me traicionaría haciéndome olvidar incluso el sufrimiento vivido con tal de ver propagado mi canto. No se equivocó.

Así este demonio retomó lo que nunca dejó de ser suyo, esparciéndose como una vulgar peste, reinstaurando los reinados de la muerte, enfermedad, guerra y hambruna que con su encierro confiamos extintas, los nuevos dioses al ver lo provocado decidieron castigarme, me condenaron a vivir en una persecución interminable de este demonio, hoy lo buscó con desesperación, decidido a una vez atrapado no volver a dejarlo ir, aunque signifique darme muerte junto con él.

Han pasado miles de años y el tiempo aún no ha querido apiadarse donándome el olvido para subsanar la grieta, la pandemia escurridiza, se disfraza de las cosas más hermosas, como la cara de un recién nacido o como la mujer que anhelamos para morir enamorados, camina entre nosotros contagiando a mártires sin dispensarles la oportunidad de conocer la verdad ni en su lecho de muerte. Escribo para que los jóvenes sean sabios al momento de reconocer la tiranía; ¡ciudadanos! si tienen pista alguna de su paradero demando se me informe pero no olviden esta advertencia: si usted no es un héroe no trate de aprisionarlo, podría costarle la vida, si lo ve, déjelo libre, no se arriesgue a quedar maldito y notifíqueme de inmediato a la Habitación ubicada dentro de la Caja de Pandora aquí estaré a la eterna cacería del demonio que responde al nombre de Esperanza.

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