ROCK

EL REGRESO DE SADE, LA CANTANTE DE VOZ DE TERCIOPELO ENVUELTA EN MISTERIO.

* Tras el anuncio de su vuelta a escena, la artista acaba de reeditar sus seis álbumes en vinilo, remasterizados en los estudios de Abbey Road con el título ‘This far’, en una caja tan lujosa como su carrera.

Por: Juan Luis Álvarez.

Lo primero que descubrimos de ella fueron sus almendrados ojos, de mirada entre el hielo y el fuego, en plano corto. Lo segundo, unos labios de rojo intenso, como trazos dibujados en un rostro de óvalo perfecto. Lo tercero llegó a través de los oídos: una voz ligeramente rasposa, oscura y susurrante de aterciopelada sensualidad. Así se inició en 1984 el primer videoclip protagonizado por Sade Adu con el tema Your love is King como motivo, que rápidamente se disparó al número 1 en dos continentes, y que abanderó su arrasador álbum debut Diamond Life.

Más de 25 años después, la cantante y compositora nigeriana de crianza británica, a los 61, parece haber decidido acabar con una década de silencio anunciando que está trabajando en material nuevo –dice haber aprovechado muy bien el confinamiento- aunque, para entretener a su legión de seguidores hasta entonces, acaba de reeditar sus seis álbumes en vinilo, remasterizados en los estudios de Abbey Road bajo su dirección, y empaquetados, con el título This far, en una caja tan lujosa como su carrera.

Cuando disfrutaba de uno de los mejores momentos, mi vida se convirtió en tristeza porque no pude gestionar la fama”.

Sade Adu no conoce lo que es el fracaso. “Aunque dejo pasar tanto tiempo entre un disco y otro porque hay una parte del mismo que me encanta, que son los conciertos y el trabajo en estudio y otra que no soporto: la exposición pública”, explica. Y recuerda, a menudo, cómo “cuando debería haber disfrutado de uno de los mejores momentos de mi vida –al alcanzar el éxito mayoritario nada más comenzar su carrera-, éste se convirtió en motivo de tristeza porque no pude gestionar la fama”.

Son viejas cicatrices, pero profundas: “No he querido pasar por todo eso nunca más”, afirma. Y, desde entonces, esquiva a la prensa de colores, ganándose una fama de antipática que niegan quienes la conocen de verdad, concede entrevistas con cuentagotas y solo salta al ruedo, recordemos sus característicos estilismos a base de chaquetillas de inspiración torera, por una buena causa: apareció hace unos años sin ropa alguna en una conocida revista de moda, para fomentar la prevención del cáncer de mama.

Es el misterio de Sade. Y ha intercambiado valencias tan profundamente con su personalidad que hasta hace dudar sobre si existió alguna vez.

Helen Folasade Adu, emigrante rumbo a Essex con tan solo cuatro años, momento en el que se rompió el matrimonio de sus padres, británica ella, nigeriano él, pasó no pocas tardes aventando males familiares, aliviando las ausencias y los dolores de los primeros amores, escuchando a Nina Simone, a Peggy Lee o a Astrud Gilberto, marinando el que sería su estilo en las esencias de aquellas leyendas tan diferentes entre sí, pero sin que la música fuese su prioridad vital.

De la moda a la música

Estudió moda en Saint Martins, vendió ropa en Candem Town y fue modelo antes de unirse a la banda de unos amigos en los 80

Eligió estudiar moda y diseño en la prestigiosa Central Saint Martins, vendió ropa en una boutique de Candem Town y ocasionalmente hizo incursiones como modelo, hasta que unos compañeros que estaban formando una banda, como todos los veinteañeros de principios de los 80 en aquel glorioso Londres cosmopolita lleno de glamour urbano y originalidad, le pidieron que ejerciese de vocalista “mientras buscaban una de verdad”.

Dos giras locales después se dieron cuenta de que hacía rato que la habían encontrado y que además tenía gusto para componer y se le daba bien. Tan pronto le redactaba un varapalo a uno de aquellos machistas ejecutivos agresivos del momento –su historia está reflejada en Smooth operator, primer hit realmente global-, como le cantaba al amor, que es, sin duda, su auténtica inspiración, pero perfectamente capaz de escribir conmovedores temas sobre el abandono, las luchas cotidianas, la esclavitud o el drama de la inmigración.

Así se colocó en el centro de Sade, nombre del grupo formado por cuatro miembros, los mismos entonces que ahora, tantos años después, que tomó su nombre de una parte del apellido de su vocalista con la que rápidamente se la identificó, pero que fue tan leal a ellos que cuando las casas discográficas se fijaron en ella para lanzar su primer álbum sin contar con los demás, se negó.

No se separaron entonces y siguen sin hacerlo. Stuart Matthewman, ese saxo poderoso que aparece en tantos de sus éxitos, guitarrista también, Andrew Hale, teclados y Paul Spencer Denman, bajista, la entienden perfectamente y no solo porque compongan a menudo juntos. Porque saben la importancia que tiene para ella lo privado, porque considera que “no se puede crecer como artista, si no tienes experiencias como persona”. El grupo aceptó que, en el mejor momento de sus carreras, se trasladara a vivir a Madrid.

Su vida en Madrid

La artista que provocaba infartos en la Castellana.

Enamorada del ayudante de dirección cinematográfica español Carlos Scola, tras su boda Sade se trasladó a vivir a Madrid en 1989, provocando unos cuantos infartos en la Castellana con sus casacas de cuadros rojos y amarillos y su larga trenza al viento, mientras paseaba sin mirar a nadie a los ojos, como si estuviera por encima de lo bueno y de lo mejor por culpa de esa timidez de la que dice ser a la vez víctima y verdugo.

​Quienes lo comprobamos personalmente podemos afirmar que resultaba una aparición tan brillante como impactante. Su matrimonio duró hasta 1995, y se rompió porque “él no podía soportar tener que compartirme con el mundo”. Al parecer, el mal de amores fue intenso pero breve y al año siguiente tuvo una hija con el productor musical jamaicano Bob Morgan, llamada Mickailia de nacimiento, que hace unos años cambió su nombre por el de Izaak, al manifestar públicamente su transexualidad.

Cuando, en 1997, se retira para cuidar a su descendencia, el legado del grupo que lidera ya es impresionante. Aquellos chavales con los que las discográficas no sabían muy bien qué hacer, o en que armario colgar la percha de su sonido que fusionaba el pop, el jazz y el R&B, con un cierto aroma africano, ya han vendido millones de discos en todo el mundo y todos han sido multiplatino en Gran Bretaña, en Estados Unidos y en un buen puñado de países, como ha ocurrido con los que llegaron después; a algunos no había forma de echarlos de las listas.

A Diamond life (1984), le siguieron Promise, en 1985, Stronger tan pride en el 88 y Love de luxe en 1992. Todos llenos de canciones imposibles de olvidar como Paradise, Kiss of life o No ordinary love, incluida en la banda sonora del bombazo cinematográfico Una proposición indecente, cuya atmósfera contribuyó a que se considerara que su música es la mejor para pasar un buen rato, con la pareja elegida, en la intimidad. Ganaron tres premios Grammy –el cuarto llegaría en 2010 por su hasta ahora último trabajo de estudio Soldier of love-, pero, sobre todo, ella, el planeta sobre el que gravitaba el resto, se había convertido en todo un icono; el paradigma de lo cool, de la elegancia y la estilización, paseando su refinada sensualidad por las portadas de las revistas más importantes, incluida Time, que se caracteriza por no darle ese lugar a músicos, salvo en contadísimas ocasiones.

“Me gusta la ropa, pero no la moda porque no quiero parecerme a nadie”

Como posible diseñadora que habría podido ser, su estilo es inconfundible, como se pudo comprobar en los conciertos que la llevaron a Barcelona, Madrid, Sevilla, Valencia y Donosti y para los que se envolvía en coloridos tornasolados y mostraba su preferencia por el rojo y el blanco combinando atrevidos tops con faldas largas, a menudo, iluminadas por lentejuelas o brillantes. Si a su traje de faena oficial le sigue siendo fiel, no lo es menos a esa combinación entre camisas claras oversize, o jerseys de cuello cisne y tejanos de tiro alto que se pusieron de moda en todo el mundo.

De hecho, la chaquetilla de ante caramelo, con adornos metálicos, que usó en el video clip de Sweetest taboo, fue una de las prendas más envidiadas del momento y todavía suscita comentarios tres décadas después. “Me gusta la ropa, pero no la moda porque no quiero parecerme a nadie”, comenta a menudo. “En cuanto a la sofisticación, creo que surge cuando se está a gusto con uno mismo. Mi figura es muy femenina, pero dentro de mi hay un auténtico cowboy adolescente que quiere usar botas y tejanos para montar todo el rato”.

‘Soldier of love’ fue su último gran éxito

Pero Sade por entonces ya había vivido también giras de promoción por Estados Unidos “donde, si me iban a entrevistar en una emisora para blancos, me acompañaba alguien de ese color y si era una entrevista en una radio para negros, alguien negro. Claro, que el chófer era siempre de la misma raza…” ha recordado a menudo. Cuando le han preguntado por el segregacionismo o el machismo, es clara. “No sé lo que siente un hombre, ni sé lo que siente un blanco, por tanto no voy a perder el tiempo en imaginarlo. No me interesa. Tengo mi propia filosofía y la llevo a rajatabla. No me paso el día dando vueltas a lo que soy: de color y mujer. Prefiero dedicar mi tiempo a pensar lo que quiero ser”.

Solo grabo cuando tengo algo que decir y soy capaz de pasarme horas dándole vueltas a una frase hasta dar con la palabra perfecta…”

A la vuelta; cuando ya el bebé se había convertido en estudiante, encaró el nuevo milenio con un disco nuevo bajo el brazo, Lover’s rock, que incluía el maravilloso By your side, uno de los más románticos de cuántos ha escrito. Fue recibido con auténtico entusiasmo por quienes llevaban queriendo saber de ella ocho años y fue rematado por una nueva gira mundial. Traía además una sorpresa: gracias al deseo de Su Graciosa Majestad, Isabel II, Helen Folasade es excelentísima señora con tratamiento de Dama de la Orden del Imperio Británico. “Pero como solo grabo cuando tengo algo que decir y soy capaz de pasarme horas dándole vueltas a las frases de una canción hasta dar con la palabra perfecta…”, éstas se convirtieron en días, en semanas, meses, años y nueve después vio la luz otro número uno: Soldier of love que le permitió rebasar holgadamente la legendaria cifra de 50 millones de álbumes vendidos a lo largo de su carrera.

Tras la turné de presentación, sólo ha abandonado su tranquila villa de Gloucestershire, en plena campiña inglesa, en la que vive con su pareja actual, el químico ex militar Ian Watts, para participar en las bandas sonoras de Viudas o Un pliegue en el tiempo, para Disney. Todo muy diferente a cuanto ocurría en aquellos días de juventud en los que compartía con su primera pareja, el periodista Robert Elms, amor y deseos de triunfo en un antiguo cuartelillo de bomberos convertido en un apartamento sin calefacción, donde tenían que vestirse dentro de la cama para no helarse y que tenía el servicio en la escalera de incendios. “Pero que nadie se preocupe. Me paso el día cantando; esa es la realidad. Créanme: no me querrían tener como vecina”, apuntó hace poco, haciendo gala de la más maravillosa de sus sonrisas.

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